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El secreto del equilibrio emocional en la educación

Los hijos necesitan de nuestra paciencia porque es el único modo de llegar a su intimidad; hace falta tiempo, roce y trato. Las cosas no suelen salir del modo previsto, al ciento por ciento. La vida es compleja y la educación de un hijo más, pero eso no puede llegar a exasperarnos.

Hace falta comprender. Y si le comprendemos nos contará, y le podremos ayudar. Así perderán el miedo a darse a conocer, tan importante para educar; verán que la sinceridad y la confianza arreglan todo con una facilidad admirable.

El primer paso, sin embargo, hay que darlo escuchando y dedicando tiempo a sus problemas que, aunque parezcan nimiedades, pesan como losas para ellos. Pero si les apartamos a un lado porque nosotros sí estamos haciendo algo importante (ver la televisión, terminar un informe, descansar o arreglar un armario), cada vez será más difícil que nos cuenten. A causa de nuestra poca paciencia estamos cerrando las puertas a su intimidad y la adolescencia cercana acabará por echar unos cuantos cerrojos más.

¿Exasperarse? No, gracias

Las cosas no suelen salir del modo previsto, al ciento por ciento. La vida es compleja y la educación de un hijo más. A veces, se portan mal, y tanto que pueden llegar a exasperarnos. Pero las recriminaciones amargas no son un buen camino. En demasiadas ocasiones, en las consultas de psicólogos y pedagogos es corriente escuchar de labios de los propios niños castigados que lo que más les daña, lo que les hiere y atormenta hasta el punto de volverles locos, es que su padre o su madre anden tras ellos un día y otro, recordándoles los malos hijos que son, la vergüenza que sienten de tenerlos por hijos y de haberlos traído al mundo. Por sorprendente que parezca, el castigo psíquico, una verdadera tortura psíquica, se da en bastantes hogares y centros educativos.

El mejor camino para educar con calma

Nuestros consejos han de ser optimistas y alegres, que estimulen, que dejen un poso de comprensión y ánimo. Debemos corregir y aconsejar con gracia, sin hacer tragedias, dejando entrever cariño aunque estemos serios; el castigo no es buen camino. Mucho menos es conveniente castigar bajo los efectos de la ira y de la fuerte excitación nerviosa. Hay que tomarse unos minutos o unas horas de reflexión y calma con uno mismo para corregir con amor, firmeza y ciencia pedagógica. Con paciencia podremos analizar mejor la situación y lo que nos parecía un retraso puede suponer un gran avance. Sin embargo las explosiones de ira son siempre negativas.

Equilibrio emocional en la educación

En la medida en que nuestra conducta es madura, equilibrada, serena y paciente, educaremos a nuestros hijos en la madurez, la serenidad y el equilibrio emocional. Si necesitamos estar siempre enfadados y preocupados, si cuando vemos a nuestro hijo tranquilo y alegre le increpamos inmediatamente que la vida está para tomársela muy en serio, nuestros hijos crecerán tristes.

¿Castigo físico?

No son recomendables los castigos de carácter físico y más o menos violentos porque: – Sus efectos duran muy poco. El niño cesa su conducta al momento pero no tarda en volver a las andadas. – Exige castigos cada vez mayores y se forma un círculo vicioso que no es fácil romper: mala conducta-castigo normal. Nueva mala conducta-castigo severísimo, etc. Los padres no saben ya qué camino tomar. – Las relaciones padres e hijos quedan en un lamentable estado. El rechazo afectivo, la acumulación de rabia y frustración es mayor y los problemas se agravan sin entrar en vía de solución.

7 consejos para educar con calma

1. Todos los hijos necesitan de nuestra paciencia, pero a veces alguno requiere una mayor atención. El sexto sentido de los padres avisa cuándo y cuánto es necesario volcarse con cada uno, a causa de una enfermedad, unos problemas en clase, etc.

2. Hay muchos momentos al día para hablar con tus hijos y sería un error pretender actuar cuando existen problemas, en medio de un enfado, etc. Es mucho más eficaz aprovechar los momentos relajados para dar un gran avance: antes de acostarse, después de merendar, etc.

3. A veces, hay que provocar ciertos momentos, con mucho margen, para tratar a los hijos. Alguna vez hará falta despejar todo un sábado por la mañana de compromisos «ineludibles» para acompañar al hijo a jugar al fútbol. Nadie se sincera cuando le espetan: «Tienes cinco minutos para explicarme lo que te pasa».

4. Un niño de esta edad puede estar agobiado, por ejemplo, porque le parece que todos los de su clase son más fuertes o más listos que él. O porque piensa que cae mal a sus amigos, o que un profesor le tiene manía. Para comprenderle y no mandarle a paseo hemos de ponernos en su lugar y comprender que eso que nos cuenta pueda inquietarle.

5. Nunca es conveniente castigar cuando nos encontramos airados. Hay que ser sinceros con uno mismo para reconocer, primero, que nos hemos enfadado y, segundo, dejar el castigo para otra ocasión, cuando nos encontremos más calmados.

6. En educación hace falta un gran sentido del humor y tendencia a desdramatizar. Hay que disfrutar con los hijos y la perspectiva nos muestra que muchas catástrofes no eran tales.

7. En casa podemos fomentar que haya frecuentes tertulias de familia o momentos en los que no sea la hora de preguntar la lección, sino ratos en que todos exponen los incidentes y las pequeñas aventuras de la jornada. Donde el padre y la madre cuentan cosas que despiertan el interés de los hijos; donde todos aprenden a vivir en familia.

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